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Dios doy gracias porque maldita sea que la mitad de la batalla está gana al suponerme, y la otra mitad se pierde siempre al otro lado de la palabra. Gracias por lo que no se de mí que otros juzgaron. Admito que intento averiguarlo. Confieso que creo en auras aunque no pretendo verlas en colores ni sombras alternas. Gracias por lo que no supe que no vi. Por lo que no se me quiso decir. También por el miedo de enterarme. Por distraerme pensando en mí creyéndome otro. Porque yo también encubro lo mío que no quiero, como si laminando.

Dios mío, no sonrío, estoy feliz con eso. No estoy feliz la mayoría del tiempo. Rezo por la paz de los dioses mientras consigo conocerme en este tiempo de reflexiones perpetuas, de indecisiones inertes. A ver si consigo a través de masoquismo esa paz que se adquiere en este tango humano tan difícil de bailar.