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Medicina para el corazon

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La voluntad se engrandece cuando afanadamente nos atrevemos a moderar nuestros impulsos. El castigo toca si seguimos muertos en tentación, la bala se nos funde calentando turbulencia cuerpo-adentro. Para derrotarla lo mejor es no pensar en ella, ocupándonos, tomando descansos aunque a veces el impulso nos persigue en los sueños. Por cada pesadilla en tentación mas difícil madurar se hace; un ejercicio en derrotarse, enemistarse del pasado “yo” sin perderle simpatía. La construcción de arcas para mantenernos aflote en el jarabe que alimenta la mecha que nos hace hombres.

Todo en la vida, todo lo que hacemos es como una extremidad. Y es muy sangriento picar las malas manos de repente. Quien se complace con extremidades laxas busca gente que comparta sus ocios y vicios para así nunca enterarse de la ruta que tomaron, para vivir en negación toda la vida. Por cada extremidad que proceda a refinarnos, debemos darnos una fruta para masticar. Para las otras que resistan resolverse, se trata de un desprendimiento. Como si fuésemos juguete en partes. Como si escogiéramos qué ponernos, o de que nos queremos componer.

Ya se lo yo quiero. Si llego a ser fósil, que se encuentre una pepa de manzana en mis restos para que se sepa que viví en forma. Las frutas se parecen a los hombres en su agua y pulpa. También en su corazón aromático. Los hábitos son como un manjar de frutas frescas. Un plato de guineos picados para ser capitanes de estados alerta del ser. Para un crecimiento alto en nutrición y en disciplina, soy tan bueno como el régimen que me impongo, una fabricación del bien sinónimo de orden. Busco las mejores consecuencias de mis acciones, poner mi voluntad en primer lugar con un bautizo que adelanto y me preparo. Me comprometo, tratando de no ahogarme en él. En el jarabe que alimenta la mecha que da fluidez a la marcha, que es medicina amarga para quienes no aprenden a tragar. Buen provecho.

 

Silvino EdwardComment